Todos tienen la conciencia tranquila

EL OTRO día me crucé en el Parque del Retiro de Madrid con Miguel Ángel Fernández Ordóñez. El ex gobernador del Banco de España no se diferenciaba en nada de los jubilados que le echan migas de pan a los pájaros. Con su gorra y su abrigo para defenderse del frío. El hombre que tenía que vigilar la salud de los bancos y miró para otro lado, el regulador que impulsó las fusiones de las cajas que acabaron en la ruina, el economista que nos debe una explicación del desastre financiero paseaba relajado. Con todo el aspecto de tener la conciencia tranquila. Al día siguiente, una amiga vio a Miguel Blesa en el Ten con Ten, el último grito en restaurantes de moda. Allí es donde invita a comer la gente rica y guapa. Blesa, ex presidente de Caja Madrid, también aparentaba tener la conciencia tranquila.

Miguel Ángel Villanueva, el vicealcalde derribado por Ana Botella, explicó que dimitía, pero con la conciencia tranquila sobre su gestión en la tragedia del Madrid Arena. Rodrigo Rato, ex presidente de Bankia, se ha puesto a sueldo de Telefónica, la empresa que él mismo privatizó, con la conciencia tranquila. Alierta le ha dado acomodo con la misma placidez interior. Josep Antoni Duran Lleida, presidente de UDC, no dimitirá aunque su partido se haya declarado culpable de financiación ilegal porque tiene la conciencia muy tranquila.

La actuación de toda esta gente tan principal ha causado ruina, escándalo e indignación entre las personas del común. Pero a ellos no les importa porque tienen la conciencia tranquila. Esto es, viven con sosiego, disfrutando de su estatus, sin angustia, sin remordimientos, sin sentimiento de culpa ni de vergüenza. Las consecuencias de sus actos -sea en forma de ruina de las cajas o de destrucción de la ética política- no les quitan el sueño ni les perturban la conciencia. De tanto caminar por las alturas, se les han atrofiado los valores básicos en los que se asentaba antiguamente la confianza de una sociedad en sus élites políticas y económicas. No robar, no engañar, no defraudar, no mentir, afrontar las responsabilidades, no causar escándalo público. La prima de riesgo baja, mientras la indignación social se dispara.